SUEÑOS DE
LIBERTAD
El negro Bernardino viajaba encadenado a bordo
de un barco de traficantes de esclavos. Hacía mucho calor y apenas le habían
dado un poco de agua y comida en todo el viaje desde que salió de Río de
Janeiro.
Había llegado a Río cuando era muy pequeño y
casi no recordaba su hogar en África. Sólo tenía los recuerdos que le prestaban
algunos mayores: le hablaban de la selva, de la belleza de su tierra y de la
libertad que alguna vez había tenido.
Los portugueses los habían cazado como a
animales, atacando sus villas, quemando chozas, arrojándoles redes para
llevárselos luego a Brasil donde Bernardino y sus padres fueron enviados a una
plantación. Después, cuando ya era más grande y podía trabajar, el dueño lo
separa de sus padres y lo lleva a una especie de mercado. Allí fue comprado junto a muchos otros, por los
traficantes de esclavos, que ahora lo traían de contrabando a esta ciudad que
tenía un cerro al costado de la bahía.
Cuando el barco negrero llegó al puerto de
Montevideo los obligaron a bajar a latigazos, patadas, gritos y empujones. Los
reunieron como ganado y los dejaron allí, observando con ojos asustados aquel
lugar desconocido. Los hombres blancos negociaban con otros hombres blancos:
los cambiaban por dinero, azúcar, tabaco y cueros.
No había plantaciones en Montevideo, así que
generalmente las mujeres negras eran compradas para ser sirvientas en las casas
de los más ricos. Ahí cocinaban, lavaban, cuidaban a los niños de los amos,
hacían los mandados. Los hombres y los muchachos, eran llevados a trabajar en
la construcción de la muralla o de casas. Algunos eran comprados y enviados a
las estancias donde arreaban el ganado, lo marcaban, lo cuereaban, y a veces
tenían que pelear junto con el amo y sus hombres, contra los bandidos y los
indios. A ninguno de ellos se les pagaba por el trabajo que realizaban.
Bernardino fue comprado por un carpintero quien
lo cambió por un caballo. Con él aprendió a trabajar la madera y en general fue
tratado bastante bien. Su amo le permitía reunirse con los demás esclavos a
bailar y tocar el tambor en los tangos,
una palabra africana con la que se nombraba las reuniones de negros. En una de
estas reuniones, para sorpresa de Bernardino, todos estaban callados y tristes.
Es que dos de sus amigos negros iban a ser castigados por desobedecer a su amo.
Bernardino asustado, no entendía bien lo que había sucedido.
Esa noche
Bernardino no pudo dormir. En su cabeza resonaban una y otra vez, las historias
de África, los borrosos recuerdos de cuando era un niño libre, correteando por
la aldea. Más que nunca soñaba con que él y sus hijos llegaran a ser libres en
estas tierras que hoy eran su hogar.
Adaptado de
BEROCAY, R. El país de las cercanías. Montevideo. Alfaguara. 2001
http://manosanta.com.uy/contenidos/ceibal/public/historia/america/013-los-esclavos-en-america.html |
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